Es así, siempre hablo de «mi» Louvre París. Tal vez encuentren algo pretenciosa mi declaración. Pero les propongo mostrarles esa, mi propia experiencia en el museo del Louvre. Creo que existe «un Louvre para cada quien». Todos tenemos gustos diferentes, según sea nuestra edad o de acuerdo a la época. Uno no se cansa jamás de visitarlo. Es enorme, tiene colecciones inigualables que se renuevan y acrecientan con el paso del tiempo.
Louvre París en familia.
En mi familia no somos expertos en arte. Tampoco pintores o escultores, hay una diseñadora, pero todos amamos las expresiones del arte. Somo como espectadores de la belleza del arte que crearon los grandes, simplemente. Una vez que accedimos a través de la pirámide llegamos al pavillon Napoléon. Tomamos uno se los planos del museo y organizamos el primer recorrido, uno que conformara a todo el grupo. Anotadas las obras más destacadas y también de las favoritas, las célebres o las que estaban más cerca de nuestros sentimientos, de nuestros recuerdos, encaramos la visita.
La tarea de decidir el recorrido.
Por las pinturas de la Escuela de Fontainebleu o por «El Esclavo Moribundo» de Michelangelo?
Y que hacer con los italianos o los franceses? La Gioconda de Da Vinci? La Libertad guiando al pueblo de Delacroix? O las Boda de Caná?
O bien por una pintura, una de las tantas delicadas de Vermeer? Se comienza por cuál de ellas?
Mis rincones preferidos.
En lo alto de las escaleras, ella aparece imponente.
Pero también hubo descubrimientos agradables, como esta escultura singular de Gregor Erhart, «Santa María Magdalena» Ella aparece desnuda. Sus largos cabellos, su sonrisa… Es muy bella, tan bella.
Después de horas caminando y recorriéndole con admiración, la familia partió feliz del Louvre, los ojos con imágenes llenas de belleza y de encanto.
Nos fuimos convencidos que el arte, estas colecciones, no se agotan en una sola visita.