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Damos un paseo por el Mercado Jean-Talon? Está en una de las ciudades más encantadoras de Canadá: Montréal. Digo esto a pesar de su geografía montañosa y de conocer las difíciles condiciones de su clima durante casi todo el año. Por eso, me alegro de haberla visitado en pleno verano, propicio para recorrer los mercados y durante la fiesta de la independencia del país.
Montréal tiene una interesante cultura culinaria que viene de sus raíces francesas. Y ello se refleja en los numerosos mercados de productos de calidad que la habitan. Están en los distritos donde viven inmigrantes y que se han transformado por el proceso del que se habla mucho en nuestros días, el de la gentrification.
Uno de los más atractivos es el Mercado Jean-Talon. Allí descubrí la gracia de los perfumes y los sabores que vienen de lugares exóticos y lejanos, pero reunidos en un solo lugar. Ubicado en un barrio encantador, el que se conoce como «Little Italy», cerca de la Plaza de Dante, este mercado excelente es en realidad uno de los más antiguos mercados públicos de la ville québécoise. Desde 1933, lleva el nombre del primer alcalde de la Nouvelle-France.
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Basta una breve caminata por sus pasillos para sorprendernos con los colores y los aromas. Se extiende en un amplio espacio abierto y ofrece desde frutas y verduras hasta vino local y una gran variedad de productos elaborados a base del tradicional sirope de arce. En los alrededores podemos extender la visita en los bonitos cafés y terrazas abiertos todo el año. La diversidad y calidad de los productos de la región es sorprendente. Envidio a los locales que pueden llenar su canasto tanto de verduras frescas como de flores y llegar a sus casas a ensayar una receta escuchada de alguno de los simpáticos vendedores.
De cualquier manera, y como premio consuelo, sí pude comprar lo necesario – pan, queso, jamón y un buen vino francés – para improvisar un pic-nic en la plaza cercana. Pero, quien además busca especias exóticas o pastelería tentadora, en el Marché Jean-Talon las encuentra.
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Yo me quedé prendada de los colores de los productos frescos que se exhiben por aquí y por allá. Cómo no tentarse? Por caso, descubrí que las zanahorias podían ser anaranjadas, amarillas y rojas, como sí sabía que lo eran los pimientos. Mi cámara se detuvo en los quesos, los hongos, en el salmón y la langosta, en las ostras, los dátiles y también en los tomates y en los rabanitos. Sí, en ellos. Todo está tan prolijamente acomodado, que sus formas y colores llaman la atención.
El mercado ofrece artículos que casi no conocía. Por ejemplo, este riz sauvage, el queso cheddar «guinness» o los dátiles con sésamo. Ahí los vi por primera vez.
En el Marché Jean-Talon se puede comprar a gusto o probar de todo en el lugar. La gente elige detenerse en cada uno de los stands que se ubican a lo largo de los pasillos. Y reconozco que es difícil elegir el mejor. Cada uno según las preferencias del consumidor. El mundo de la gastronomía es así. Me encantaría tener cerca de mi casa esos pescados, esos champignons o esa increíble langosta. Creo que me transformaría en la mejor cocinera del mundo!
Dicen que
Jean-Talon es el
mercado a cielo abierto más importante de América del Norte. Si no lo es, lo parece. Otro de los mercados encantadores es el de
Atwater, ubicado muy cerca del
Canal de Lachine. Y además existen otros mercados barriales itinerantes por todo
Montréal que abren una vez por semana, sólo el verano. Ya les contaré sobre ellos. Me encantan los
mercados del mundo! Esta visita se transformó en una de las experiencias únicas en
Montréal.
