Les cuento mi viaje a Amsterdam, la ciudad de los canales, a la que se conoce como «Venecia del Norte» y que sorprende a los visitantes desde dos de sus perspectivas: la tierra y el mar. Era mi primera vez en los Países Bajos. Mi hija había estado el año anterior y me entusiasmó mucho con esta ciudad ideal para viajar solo. Efectivamente, encontré que la ciudad es como una buena asociación entre esos elementos de la naturaleza: es una manera interesante de definirla.
Les cuento, en Amsterdam se siente una cierta alegría de vivir. Es casi permanente. Es una ciudad bella en la que se respira la libertad. Sus habitantes disfrutan muy bien de todo ello. En las calles se hace evidente.
Mucha gente vive todavía sobre el agua. Ahí están los boathuisjes, las famosas casas-barco, tranquilamente ancladas en los muelles, a pasos de las sendas de ciclistas y de las casas tradicionales. Estas casas flotantes no han dejado ni un espacio libre, por lo que son muy requeridas, y obtener el lugar es muy costoso. Dado la decoración y la puesta en escena, los propietarios aman la aventura de ese tipo de vida sobre el agua.
Durante la época de vacaciones, los
Amsterdammers inundan los
canales con sus barcos de recreo, tan llenos de colores, de música y de alegría. Es muy divertido pasear a lo largo de las calles que bordean los canales mientras se observa toda esa fiesta. Ya en tierra, las bicicletas corren a gran velocidad y marcan el ritmo de la vida en esa ciudad moderna pero, a su vez, tan cargada de historia.
Todo programa parece posible en este viaje a Amsterdam. Conocí numerosos teatros que presentan sus mejores performances, visité los museos y los espectáculos culturales de todo tipo que están a la orden del día. En lo que hace a la arquitectura, conocí una ciudad colmada de plazas, edificios y monumentos magníficos que datan de todas las épocas. En cuanto a la naturaleza, Amsterdam posee parques maravillosos. La vista de la gente contenta que se tiendo sobre el césped al sol para organizar un pic-nic es muy bonita.
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Si tuviera que definir a
Amsterdam con una sola palabra, esa sería
libertad.
Amsterdam es sinónimo de ella. Esa libertad se manifiesta tanto en la velocidad de las bicicletas (que me parece una locura, no me gustó para nada) como en la
oferta de sexo sin prejuicios en la calle, a plena luz del día. O la de sustancias que están prohibidas en otros lados. Es sorprendente cuanto menos. Mucho más que eso. Yo no estoy habituada a ello. De todos modos, la única cosa que me ha molestado verdaderamente es la manera de proceder de los ciclistas desaprensivos. El resto, no tanto.
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Amsterdam posee también
arte callejero y los
mercados al aire libre. Ambos, las pinturas murales y los mercados, me fascinan. Ellos representan de una manera muy agradable la cultura de las ciudades, sus hábitos. Los distritos alrededor del canal son maravillosos. Mis preferidos son el
De Jordaan y
De Pijp. Entonces en todos ellos descubrí que
Amsterdam parece pertenecer a todo el mundo.Es que va a transformarse en una de mis ciudades favoritas?
Creo que van a adivinar la respuesta.
Entonces, hoy comienzo a compartir mis primeras impresiones sobre Amsterdam. En breve resumen: encontré que su espíritu se ubica justo como un equilibrio de los elementos de la naturaleza. Están el agua, el aire y la tierra que empujan, que se mezclan, y que dan vida a los diferentes distritos atravesados por los canales. Acompáñenme a recorrerla.