Una de las mejores experiencias en Canadá fue visitar la bella Basílica Notre-Dame de Montréal, una verdadera joya de la arquitectura religiosa. Ubicada en el centro histórico o «vieux quartier», a pasos de la Place d´Armes, estaba a la cabeza de mi lista de lugares a visitar. Soñaba con observar los vitrales con el mayor lujo de detalles. El altar enmarcado por esas vidrieras soñadas me parecía irreal en cada fotografía que veía.
Una visita guiada
Quien y cómo
La Basílica Notre-Dame de Montréal está un escalón más arriba de lo que consideramos un lugar dedicado a la adoración de Nuestra Señora. También es un emblema de la ciudad, tan impactantes son su diseño en estilo gótico y su enorme belleza. Es la obra del arquitecto norteamericano James O’Donnell, y se reconoce su fuente de inspiración en la iglesia de Saint-Sulpice y las torres de la recientemente malograda Notre-Dame de París. Un dato curioso de tantos otros que aportaba la visita guiada fue que la torre oeste había sido bautizada La Persévérance.
Inocultable belleza
Lo más impactante y hermoso de la Basílica Notre-Dame de Montréal se encuentra en el interior. Los colores de las vidrieras, el diseño y el efecto que provocan son algo para recordar. Amé el altar brillante, la bóveda del techo que parece un cielo azul estrellado. Me animo a decir que es la iglesia más bella a la que haya entrado hasta el día de hoy. Casi tanto como la Sainte Chapelle de París. La representación del altar es una maravilla.
Los vitrales y el órgano, los must-see
La basílica es famosa además por su acústica perfecta. Me habría encantado presenciar un concierto o un coro. Por eso mismo aluciné frente al órgano con el sello Casavant Frères. Ese instrumento es algo serio. Mencionaron un festival que es «la» ocasión para escucharlo y disfrutarlo. Entre julio y agosto tiene lugar el Festival de los Grandes Órganos, cuando participan los organistas más prestigiosos del mundo. Una verdadera fiesta para los amantes de la buena música.
Cuando la visita finalizó, no me retiré. Logré hacer algo que me encanta: buscar un buen lugar para meditar, rezar un momento y repasar cada detalle de este lugar extraordinario, casi en un giro de 360°. Tomé algunas fotos y le dejé un espacio a la emoción que me embargaba. La Basílica Notre-Dame de Montréal tiene la dosis perfecta de lugar de culto y obra de arte. Cómo no conmoverse con su belleza?
Cómo llegar: