Estambul es una ciudad excepcional. Un crucero por el Bósforo que la atraviesa, también lo es. Me produjo una sensación de vértigo y libertad inolvidables. Suponía que se asemejaría a un recorrido por los Canales de Amsterdam o por el Lago Nahuel Huapi en la Patagonia. Pero no. Éste tenía un carácter fuera de lo común. El Bósforo es el estrecho que separa nada menos que dos continentes: Europa y Asia. Por eso, el recorrido, avistando las márgenes de la antigua Constantinopla, resultó extraordinario hasta en los menores detalles.
Cualquier navegación panorámica es la oportunidad de conocer una ciudad desde otra perspectiva. Tal como lo es subir a un mirador. Mi consejo: adonde fueres, si te ofrecen hacer una excursión de este tipo, no la desaproveches. En París, a bordo de los bateaux mouches que se deslizan a lo largo del Sena, visitas un sinnúmero de monumentos imprescindibles. O en Venecia, atrapas el vaporetto que recorre el Canalazzo, para pasar por debajo de los mejores puentes del mundo, admirar palacios exquisitos o salir a mar abierto rumbo a las islas. Recuerdo alguna otra vez en Brujas, cuando trepé a un mini crucero que se deslizaba como un cisne por los canales de la ciudad medieval. La belleza de cada ciudad se muestra mejor en estos paseos.
Evocando esas experiencias, no me privé de hacer ese crucero por el Bósforo. Formaba parte del pack básico de esa estadía en Estambul. La ciudad tiene mucho de antigua y moderna, casi como pocas que he conocido. Tradición y vanguardia, excelente gastronomía y gente amable por todas partes. La excursión también te acerca a distritos residenciales, situados en las afueras, que no se visitan con frecuencia. Allí están las casas más elegantes que se asoman a la orilla. Se supone de inmediato que pertenecen a las familias más adineradas, por qué no? Estos paseos son un desafío a la imaginación. De ellos surgen historias que parecen confirmarse en las telenovelas que consumimos casi a diario desde el otro lugar del mundo.
Aquella mañana era gloriosa. Me había propuesto disfrutar a pleno del crucero encontrando un lugar perfecto sobre la cubierta. El panorama 360° de ese paisaje único merecía una ubicación de privilegio. No es frecuente encontrarse en la confluencia que separa a dos continentes. Tenía la certeza de que por allí habían pasado viajeros intrépidos y ejércitos conquistadores. Me producía mucha emoción. En esas aguas ocurrieron acontecimientos que tallaron la historia del mundo. Con todas esas reflexiones en mente, me aferré a la baranda y me dispuse a atravesar las aguas como si fuera el capitán imaginario del barco. Me divierte recordar todo lo que pienso cuando viajo. En esos momentos, mi imaginación funciona a pleno.
Sobre ambas márgenes se levantan los monumentos emblemáticos y las casas más coquetas de Estambul. El Puente Yavuz Sultan Selim atraviesa las aguas. Ni bien comienza el crucero por el Bósforo se observan las siluetas inconfundibles de la antigua Torre Galata y las Mezquitas Azul y Santa Sofía. Palacios increíbles como el de Dolmabahçe tienen portales sobre los embarcaderos.
Avanzábamos y aparecían otros distritos, en su mayoría residenciales pero que igualmente alojan restaurants de lo más elegantes. Además, los barcitos con terraza, la atmósfera distendida, invitaban a tomar debida nota para hacer una parada a la vuelta. El paisaje cambia del que se ve en el distrito antiguo. La excursión alcanza barrios a los que no llega el turismo habitual. Sin embargo, creo que en una estadía más prolongada son una buena opción para pasar el día y conocer otra faceta de la ciudad. Conviene salir de los senderos marcados, en la medida de lo posible.
Estambul, la magnífica y antigua ciudad de Turquía. Misteriosa y moderna. Tantas ciudades alucinantes en una.