Un día vi la skyline de Manhattan, desde Hoboken. La Gran Manzana, su famosa línea de rascacielos que se recorta en el cielo de Nueva York, es un paisaje que merece ser apreciado desde todos los ángulos posibles. Se puede cruzar el East River por el famoso Puente de Brooklyn, dar un paseo en barco rumbo a Liberty Island, pasear por la Brooklyn Heights Promenade o cruzar el Hudson River hasta Nueva Jersey.
Eso fue lo que hice esta vez, cuando me trasladé a Hoboken, la ciudad natal de Frank Sinatra que tiene un largo paseo marítimo con una maravillosa vista de Nueva York, desde Lower Manhattan y los edificios del distrito financiero hasta el Chrysler Building, pasando por el recorrido de The High Line. Este paisaje es algo para disfrutar sin prisa alguna, sobre todo al atardecer.
Hoboken se transformó recientemente en uno de los destinos que eligen muchos neoyorkinos para vivir cerca de Manhattan, pero a pocos minutos de la verdadera locura y bullicio del centro de la ciudad. Te trasladas simplemente con el PATH, el metro desde Nueva York a New Jersey, y Hoboken es la primera estación después de cruzar el río. Así de simple. También es posible llegar en ferry desde el World Trade Center. Mientras paseaba por la marina, los barcos iban y venían todo el tiempo.
Hoboken es un distrito muy tranquilo, agradable, con un ambiente muy especial y a minutos de Nueva York. Me pareció increíble salir de la estación, sumergirme en la Frank Sinatra Drive, y caminar con el panorama de Manhattan como telón de fondo. La calle corre paralela al río Hudson y está habitada por pequeños parques. Uno de ellos es como una península que se adentra en el río y nos acerca de algún modo a Manhattan.
El ir y venir de gente es permanente. Están quienes caminan como nosotros, otros aprovechan para hacer running, y están las familias con niños que se instalan en alguno de los parques con juegos para los más pequeños.
Antes de la ceremonia del atardecer me dirigí a la Washington Street, una de las más comerciales, donde abundan los cafés y restaurants. Me distraje un buen rato en un mercado de productos orgánicos donde me habría llevado de todo. Y después me instalé en un restaurant italiano muy concurrido, lo que indicaba de seguro que era muy bueno.
Así fue.
El final de la tarde me encontró de nuevo caminando en el paseo marítimo, observando como las luces de la gran ciudad se iban encendiendo poco a poco. Qué espectáculo impagable. La Freedom Tower se elevaba majestuosa. También lo hacían todos los imponentes rascacielos de Lower Manhattan. Era casi como un juego tratar de reconocer sus siluetas. Más acá, el Empire State Building y el Chrysler brillaban como faros.
Costaba emprender el regreso a Nueva York y decirle adiós a estas vistas espléndidas. Me dije que siempre se puede volver a Hoboken, no es cierto?