Mientras espero el momento de volver a viajar, voy a contarles mis historias como huésped. Hoy le dedico este artículo al Hotel New Otani Tokyo Garden. Durante la cuarentena he participado de ciclos de entrevistas muy interesantes que organiza la gente de Cassa Lepage Art Hotel en San Telmo, Buenos Aires. La propuesta es innovadora. En una visita virtual se comparten historias de anfitriones de hoteles, sus comienzos, el esmero que ponen en brindar un servicio diferente y de calidad. Los paisajes de las regiones, los paseos propuestos, invitan a soñar. Cada cita es una verdadera fuente de inspiración para repensar nuestro futuro viajero.
Por eso se me ocurrió escribir mis crónicas exactamente desde el otro punto de vista. Inauguro mis historias como huésped de hoteles, hosterías y bed & breakfast. El lugar en el que te hospedas suma mucho a la experiencia de tu viaje. Las jornadas son largas, a menudo cansadoras, intensas. Suelo disfrutar muchísimo la hora de volver al hotel después de la cena, darme un baño relax e instalarme con mi laptop a trabajar en el blog. En mi opinión, es fundamental estar cómodos, relajados en el lugar en el que nos encontremos. Ese es «el» momento de recargar energías para continuar con los días de viaje.
Dejé que el azar decidiera por qué lugar empezar. Organicé un sorteo casero entre los primeros alojamientos que vinieron a mi mente y lo ganó el Hotel New Otani Tokyo Garden. Pude disfrutar de una hermosa experiencia en este elegante hotel situado en el distrito de Chiyoda, en el centro de Tokio. Cuando viajo, a menudo se me graban momentos que después se vuelven inolvidables. Uno de ellos fue la mañana siguiente a la llegada, cuando me encontré desayunando en el comedor panorámico del piso 40, en la Garden Tower. El paisaje de Tokio a mis pies por primera vez parecía un sueño fruto del jet-lag. Sólo me faltaba avistar el Monte Fuji.
El Hotel New Otani Tokyo Garden es enorme, por lo que lleva un rato comprender la distribución. Por citarles un ejemplo, el lobby está ubicado en un 6to. piso. Como después me acostumbraría en Japón, el cuarto era impecable. El sueño, en la cómoda habitación asignada, fue muy reparador. Desde la ventana tenía otra vista panorámica increíble. Me encantó llegar super cansada por el largo viaje y encontrarme en una cama tan agradable.
Terminé de sentirme como en mi casa cuando descubrí que, sobre el acolchado, estaba extendida mi yukata, la bata tradicional. Un anticipo de lo que sería mi experiencia en el País del Sol Naciente: cada cosa en el lugar adecuado. Otro dato: el cuarto de baño en Japón es muy distinto a que usamos en occidente, smart toilet o inodoro inteligente incluido. Pero resulta muy fácil acostumbrarse.
Cuando viajo, amo la hora del desayuno. Es mi debilidad. Los almuerzos pueden ser al paso. Las cenas a veces no se disfrutan tanto por el cansancio al final de cada día vertiginoso. Pero el breakfast-time es un momento mágico. Y el Hotel New Otani Tokyo Garden dispone de opciones para disfrutarlo. Dos comedores, uno, el panorámico, y otro que se encuentra junto al jardín, son una verdadera experiencia de la gastronomía nipona. Me di el gusto de, cada día, probar algún sabor distinto. Me alejé un poco de la cocina internacional para animarme a la japonesa a full. Si a eso le agrego la cordialidad del personal, el combo para empezar el día en Tokyo no podía ser mejor. Tener en cuenta que, a la hora pico, suelen formarse filas para el servicio, pero todo fluye muy rápido.
Los jardines Red Rose y Japanese merecen un capítulo aparte. Es increíble que un hotel tenga un jardín japonés tan hermoso, con todos los detalles de uno en su tipo. Tenía su laguna artificial con peces nadando, un pequeño templo, una cascada y árboles de cerezos en flor. Cada día, después del desayuno y antes de salir a recorrer alguno de los distritos tokiotas, no me privaba de pasar un buen momento en estos jardines delicados. A menudo veía a alguna jovencita vestida con su atuendo de geisha, la forma tradicional en la que lucen los fines de semana.
Esa fue la primera vez que veía los famosos sakura, los míticos cerezos y emblema de la cultura japonesa. Verlos de cerca fue uno de los motivos para elegir los finales de marzo para viajar a Japón. Después disfrutaría de ellos muchísimas veces durante la estadía. La primer mañana en Tokio fue gloriosa gracias a ellos. En minutos llegué desde el hotel hasta el parque junto al foso de Chidorigafuchi, ubicado alrededor del misterioso Palacio Imperial. Fue inolvidable.
Creado en 1962, el concepto, tanto del diseño del edificio como de los jardines de la parte más antigua, fue preservar el hermoso paisaje circundante y la pared de piedras que perteneció a una mansión del período Edo. Luego de una importante renovación, el hotel reabrió en el año 2007 cuando se puso el acento en la hospitalidad, se redujo el impacto ambiental, se mejoró el efecto antisísmico. El hotel de Yonetaro Otani está muy bien ubicado a sólo 200 metros de la boca del metro Akasaka-Mitsuke y de un pequeño centro comercial. La línea conecta con la Ginza, por lo que es de lo más cómodo para hacer base en la ciudad.
Esta primera historia como huésped en Tokio me ha traído los mejores recuerdos viajeros. El hotel elegido para aquellos días en un país excepcional fue un acierto. No una casualidad, ya que, para cada destino, trato de obtener información. Pero a veces los planetas chocan. Esta no fue la ocasión. Volvería a Tokio ya mismo. Y al Hotel New Otani Tokyo Garden, también.
P.S. Mis historias como huésped no son artículos sponsorisados.

Dónde queda?
Wow c’est tellement joli ! J’ai hâte de voyager à nouveau !
Passe un très bon week-end.