Un día nublado, frío y casi a punto de nevar del mes de noviembre, llegué a Inverness, la que se conoce como capital de las Highlands. Se dice por esas latitudes que todas las rutas de las Tierras Altas conducen a Inverness. Fue así que estaba tan entusiasmada por conocer este lugar algo alejado e inhóspito durante mi viaje por Britain.
Cada rincón de la región merece un artículo por venir. Todo es bello en la Gran Bretaña y las fotos que pude tomar van a ser compartidas en el blog. El primer vistazo de Inverness me habló de una pequeña ciudad encantadora donde la gente es muy agradable. Lo sentí así ni bien llegué, cuando caía la noche temprano, tenía hambre y frío y descubrí una hamburguesería artesanal increíble. Hablo muy bien inglés pero el escocés es como otro idioma. Igual, logramos conversar con el dueño que nos acercó unas cervezas tiradas y nos armó un menú para recordar. Así de simple.
Camino al hotel, descubrimos un río largo que atraviesa la ciudad, el Ness. Luego, hay numerosos puentes que unen el antiguo centro histórico y el castillo con la ciudad más moderna. El hotel estaba ubicado sobre esta margen. Las orillas poseen senderos para los peatones y ciclovías, por los que es posible descubrir a pie o en bicicletas las más hermosas vistas de la villa. Los jardines en altura del moderno castillo son como un balcón sobre la ciudad y el río y ofrecen un paisaje magnífico. Es insólito que el castillo tenga aires medievales pero sea relativamente nuevo.
Inverness sorprende esa graciosa mezcla entre lo antiguo y lo moderno, sobre todo en la arquitectura. Otro ejemplo. El moderno centro comercial de Easgate nos instala en el nuevo siglo, mientras el Victorian Market en el centro nos rodea de una atmósfera de otra época. Y ambos son encantadores.