Hoy, más que nunca, quiero hablarles de Nôtre Dame de Paris, la catedral de Nuestra Señora, popularmente conocida por los parisinos como simplemente «Nôtre-Dame». Emblemática, instalada en el corazón de los franceses, ella no era la catedral más grande de este país. Era una de las más destacadas de la arquitectura gótica de Francia. Nôtre-Dame era una auténtica obra de arte y un verdadero símbolo de la gran capital.
La catedral que hemos perdido.
Durante la primera visita, mi cámara no se detuvo. No tenía a mi alcance la misma tecnología de la que dispongo hoy. Pero amé tomar estas fotos. Capturé las formas del edificio desde todos los ángulos posibles. También la visité a distintas horas del día. Nôtre Dame de París tenía tantos pequeños y grandes detalles como era dable imaginar, verdaderos tesoros para quien se presentaba ante sus puertas.
Nôtre-Dame estaba situada en el extremo este de la Île de la Cité, centro histórico de la ciudad, a orillas del Sena. Lo que más impactaba era «la aguja», la delgada y elegante torre principal. Y en su lado occidental destacaba la fachada de Nuestra Señora y la plaza Jean-Paul II.
Lo que más me gustaba de ella: todo.
El estilo de la catedral no era uniforme. Me gustaban sus arcos, las dos enormes rosáceas y la fabulosa fachada oeste. Para que los turistas tomen nota y conozcan otro detalle que nos habla de la importancia de este monumento: una placa de bronce incrustada en el suelo hace las veces de punto cero de todas las distancias de las rutas desde París. Tomé muchísimas fotos de su arquitectura exterior. Tenía forma de cruz latina. Y pude apreciar el edificio tanto de día como iluminado en la noche. Un espectáculo admirable hasta la medianoche.
Las dos inmensas torres de la fachada occidental eran muy particulares. Había leído que no eran gemelas. La torre norte, a su izquierda, era ligeramente más gruesa y ancha que la torre sur.
En el interior, la araña medieval era soberbia. Se la conocía como corona de luz. Grande y elegante, tan antigua, hecha de candelabros y con sus velas, era una imagen que fácilmente nos transportaba al Medioevo. Ese día la habían depositado en el suelo para limpiarla y lustrarla. No conozco con precisión el material con el cual estaba confeccionada. Tal vez después de su limpieza se apreciaría mejor para los legos. En la catedral había algunas otras arañas hechas en hierro, otras en madera, plata y cobre.
Los vitrales de colores del interior eran magníficos. Los de la sala principal del edificio representaban una serie de obispos de París. Había algunos en colores más fuertes y otros de colores más suaves y menos definidos.
La plaza era el mejor lugar para admirar la gran calidad de la construcción que le había permitido atravesar los siglos sin daños. La hermosa fachada y el conjunto compuesto por la Virgen y el Niño, flanqueados por dos ángeles, eran extraordinarios.
En lo alto se veía la Gran Galería, que constituía el primer piso de la visita a las torres de Nôtre-Dame. Esta galería ofrecía una vista panorámica de la plaza pública, también sobre «La Seine», el Sena y los quartiers que se ubican en los alrededores de la catedral, sobre todo el famoso y tan agradable Quartier Latin. Es uno de mis barrios favoritos.
La fachada era hermosa: la denominada Galería de los Reyes alojaba veintiocho estatuas de soberanos de Judá y de Israël habiendo reinado Antes de Cristo. Les Communards, que los tenían por miembros de la realeza francesa, los destruyeron en 1873.
La plaza, delante de la catedral, estaba siempre colmada de público que aguardaba la misa o que simplemente pasa a admirar la arquitectura del edificio.
Las gárgolas o «gargouilles» de Nôtre-Dame, era personajes muy famosos. Tenían tanta magia que, cuando se elevaba la mirada para admirarlas, era posible confundirse, esperando que apareciera de pronto el jorobado de Nôtre-Dame, asomando en lo más alto. Eran como animales fantásticos, algo aterradoras. Se parecían a las «chimères» que son estatuas grotescas.
Aquí había encontrado una de estas estatuas singulares instalada en uno de los jardines laterales, en pleno trabajo de reparación.
Aquí comparto la hermosa la vista del flanco sur. Recuerdo que lo veía muy bien desde donde estuve parando el año 2005, esa mi primera vez en París, en un apartamento sobre la Quai de la Tournelle.
Nôtre Dame de París era una visita imprescindible. Tuve la suerte de participar de la misa internacional un domingo. Fue un momento inolvidable. La visité muchas otras veces, sin embargo, lamento no haber subido a las torres.
P.S. Escribí este artículo allá por el 2009, cuando ensayaba mis primeros trazos en este blog que tanto aprecio.
Hoy, que la maravillosa catedral ha sido destruida por el fuego, volví sobre mis pasos, mis fotos y mis textos. Me estremece leer mis propias palabras aquí escritas: «Desde la plaza es el mejor lugar para admirar la gran calidad de la construcción que le ha permitido atravesar los siglos sin daños.»
Fue así hasta ayer. Agradezco la posibilidad que tuve de visitarla varias veces, de fotografiarla y de admirarla.
Hola Elisa, la verdad es que Notre Damme es espectacular la mires desde donde la mires, y las gárgolas son impresionantes.
Muchos besos
Precioso BLOG, visita el mio, un saludo desde http://vacacionesprogramadas.blogspot.com/
Muy buena entrada con buenas fotos.
Esta catedral tiene un sello especial. Y sus gárgolas son las más temibles de todo el mundo. Pesadillas con ellas tiene cualquier que las observe detenidamente.