Un día, no hace tanto, tuve el privilegio de conocer La Sorbona. Recuerdo que la primera vez, fracasé. Llegué hasta la puerta y justo ahí me di cuenta que no estaba permitido que una turista entrara en plan de visita. La situación era obvia, pero admito que fue un golpe duro. Cuando estás en un lugar como París, pretendes acceder a todo. Algunas veces las entradas son libres, otras es preciso pagar un ticket. Pero este lugar es similar a otros como el Elysée, la sede de la presidencia de la République: no entra cualquiera. Pero no estaba todo perdido. En otra ocasión, más precisamente durante un mes de setiembre, se abrían las puertas de lugares excepcionales en ocasión de las Jornadas Europeas de Patrimonio. Ese fue mi lugar y mi momento.
Las puertas de La Sorbona se abrieron de par en par para mi durante este evento cultural. Se admite la visita de edificios públicos y privados, que son considerados como patrimonio histórico, y que están abiertos normalmente al gran público. Hay otros que sí lo están, pero es necesario pagar una entrada. Ese fin de semana, no. Entré a lugares tan especiales como el Musée du Cluny, el de Orsay y la Conciergerie. Pero mi gran ilusión era la universidad más famosa de París, donde alguna vez, mientras estudiaba, había pensado en aplicar. Nada de eso ocurrió, por supuesto. Pero quería recorrer sus claustros e imaginar cómo sería transcurrir allí una etapa como estudiante. Total, soñar no cuesta nada. Y menos en una ocasión como la que describo.
La Sorbona está instalada en un enorme edificio que es, en sí mismo, una verdadera obra de arte. Tradicional monumento sobre la rue des Écoles, en el popular Quartier Latin, en el Ve arrondissement, exhibe su magnífica arquitectura. Disfruté tomando fotos de cada uno de sus detalles para poder compartirlas aquí. Los pisos y muros son exquisitos. Hay un evidente uso de la simetría en escalinatas y balcones. Cada rincón daba la posibilidad de una perspectiva excepcional sobre el conjunto del hall, los entrepisos y el acceso a salones. Los auditorios, la «cour d’honneur» y la biblioteca eran extraordinarios. Amé el salón que exhibe los trajes y vestimentas sobre maniquíes. También el de archivos y los documentos. No era sólo yo. Todos los visitantes que me rodeaban se detenían a admirar la delicadeza de las salas, los objetos y del edificio, por supuesto. Un placer totalmente imprevisto.
47 Rue des Écoles
75230 París
5e Arrondissement