Nunca había estado en Portugal. Era una asignatura viajera pendiente. El país es pequeño pero está lleno de bellezas. La visita se dio una vez viniendo desde España. Elegí conocer sólo tres de las principales ciudades: Lisboa, la capital, Porto y Sintra. Ellas completan, en mi opinión, un must-see, lo que considero imprescindible. Admito que me quedaría mucho por descubrir para una próxima oportunidad. Sin embargo, aquella primera vez, pude disfrutar a pleno de lo mucho que ofrece.

Porto, me resultaba muy atractiva ya que da nombre a un vino extraordinario que se produce en las orillas del río Duero. Mejor destino europeo durante ese año, Porto está situada en la región más antigua del país. Me sorprendió por su carácter tradicional y cosmopolita. También por su enorme riqueza cultural y patrimonial. Se dice de ella que tiene algo místico. Tal vez sea porque en cada rincón suena el fado, esa música llena de melancolía que identifica a Portugal. O por su maravilloso casco histórico que mereció ser incluido en la prestigiosa lista de sitios considerados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Todos y cada uno de estos items confirman la calidad de este destino.



En lo que a patrimonio se refiere, Porto posee algunos edificios que son monumentales. La Torre de los Clérigos, la Catedral y el Palacio de la Bolsa, por nombrar algunos, son imponentes. Pero hay muchos otros. Basta simplemente con pasear por las orillas del río Duero para descubrirlos recortados en el horizonte. La ribeira y el barrio que sube escalonado pintado de mil colores, vistos desde el lado de Gaia, se transformaron en mi paisaje favorito. También, una buena idea para una primera vez es apuntarse en un free tour y dejarse seducir por el encanto y la nostalgia de esta ciudad maravillosa.
Recuerdo que el primer lugar que visité fue la Avenida dos Aliados en el centro histórico de Oporto. Fue allí cuando me di cuenta que recorrer la ciudad demandaría bastante esfuerzo, que merece bien la pena. Las calles serpentean y se deslizan en pendientes pronunciadas por lo que vale organizar bien los paseos para optimizar el esfuerzo.
En los alrededores destaca el magnífico edificio del Ayuntamiento. Desde allí me dirigí a las inmediaciones de la emblemática Torre de los Clérigos, un distrito muy animado, sobre todo en el mercadillo que se arma en la Plaza dos Clérigos. Recorrí todo el barrio hasta el bonito Mercado Ferreyra Borges frente al Jardín Fernando do Infante Don Enrique. El sol atraía a estos parques a los visitantes de la bella ciudad.





La ciudad abunda en paisajes excepcionales. Cada rincón merece ser el tema de una postal. Alejándonos del centro con el tranvía llegamos a Foz para obtener una panorámica maravillosa del río y de la costa. El distrito es también una opción muy agradable a la hora de almorzar. Otro de los lugares más atractivos de Porto está en las inmediaciones de Ribeira, donde destacan sus callejuelas góticas, sus terrazas panorámicas y sus edificios coloridos y pintorescos. Al bajar hasta llegar a la orilla se respira la atmósfera más distendida en los cafés y restaurants con vista al puente D. Luís y a la orilla de Gaia.


En lo que hace a soberbios edificios religiosos recomiendo visitar la Catedral. Yo lo hice en dos oportunidades. Como era Semana Santa la visité durante un oficio muy concurrido como era de esperar, pero pocas posibilidades de obtener fotos, como también era de esperar. Y después, una tarde, volviendo y subiendo desde Gaia por escaleras y callejones medievales, llegué después de las 17 horas, cuando ya estaba cerrada al acceso. Fue una verdadera decepción ya que la pendiente demandó un gran esfuerzo. Sin embargo pude encontrar el atrio despejado y apreciar bien la picota y los otros monumentos. Pero lo mejor es la panorámica sobre la ciudad sobre ambas orillas y el Duero. Imperdible. El interior se los debo para otra oportunidad.



Portugal tiene una gran riqueza en edificios monumentales revestidos de
azulejos. Uno de los más representativos de este arte es la famosa
estación de São Bento de
Porto. Su extraordinario vestíbulo se encuentra totalmente
revestido de azulejos. La estación de trenes es uno de esos lugares neurálgicos, donde todos los visitantes se dan cita para apreciar uno de los artes más singulares del país.
Un día me animé a cruzar hacia la orilla de
Gaia cruzando el
Puente D. Luís disfrutando de la impresionante
vista panorámica de la ciudad que se extiende a ambos costados. Todavía me faltaba visitar las
bodegas del exquisito
vino de Oporto. Encontré lugar en uno de los bares y lo probé deleitándome con el particular entorno que me rodeaba. La vista de la
Ribeira es de lo más bonita.
Qué más queda por decir? Pues que Porto me fascinó, de punta a punta.