Hoy empieza una nueva semana de cuarentena en Rosario. Ya van 7 semanas de confinamiento en nuestras casas. El aislamiento social ha funcionado bastante bien. No hay casos nuevos desde hace una semana. Por ese motivo, el gobierno de la ciudad analiza la posibilidad de tomar medidas para reactivar una economía paralizada. Bien. Esto me hizo reflexionar sobre algunas postales imposibles durante este aislamiento que parece interminable.
De pronto recordé lugares que, durante el año pasado, había encontrado libres de algo parecido al Covid-19 que hoy acecha cada rincón del planeta. Libres en el mejor sentido de la palabra. Soleados, inundados de gente alegre, caminando de la mano, tomando algo, riendo con o sin motivo para hacerlo. Ciudades en las que la expresión «distanciamiento social» no tenía ningún sentido.
Por allí anduve, mezclándome tranquila con los locales, visitando lugares nuevos y otros tan antiguos como la civilización. En Nueva York conocí Hudson Yards, el enorme proyecto inmobiliario que se extiende a continuación de The High Line. Subí a esa estructura extraña, esa escalera intrincada que conduce a ninguna parte y que se conoce como The Vessel. Me asomé junto a tantos otros visitantes que, como yo, trataban de obtener la mejor foto para compartir en Instagram. Estábamos uno al lado del otro.
En la ciudad que nunca duerme, era inimaginable estar separados más de 1,5 metros, aún al aire libre en parques tan extraordinarios como Bryant Park en el corazón de Manhattan, o Domino Park cruzando a Brooklyn. Si alguien me hubiera dicho que, sólo algunos meses después, un virus cambiaría el ritmo de nuestras vidas, habría dudado. Si alguien profetizaba que yo no podría volver a capturar la esencia de estos jardines públicos como lo hice en estas fotografías que comparto, le habría dicho que se había vuelto loco.
Como si fuera ahora mismo, evoco la efervescencia única que late en la Piazza di Spagna en Roma. La escalinata está siempre colmada de una multitud. Lo mismo pasa con la Piazza del Popolo o los alrededores del Coliseo. Son lugares emblemáticos, imprescindibles en los que, como buena bloguera lifestyle, me sumergí sin reparos. Aludir a ellos sin gente no tiene el menor sentido. Pero así ha ocurrido.
Y vienen a mi memoria otras postales imposibles que tomé despreocupada y feliz durante ese 2019. El mismo año que alumbró al final, sobre diciembre, esta epidemia que nos tiene todavía encerrados en nuestra casa como la única solución que, por el momento, se le encuentra. Amo rememorar esos paseos tranquilos por Navigli, en Milano, después de disfrutar de las vidrieras exquisitas de la Galleria Vittorio Emanuele II. Milán es una de las ciudades de Italia más castigadas por la epidemia.
Voy a volver a viajar. Hoy me alegran los paseos virtuales de los que les hablo a menudo. O los viajes que hago al interior de mi jardín. De a poco, voy a salir de este encierro, todos vamos a hacerlo. Trataremos de ser prudentes, nuestras costumbres habrán cambiado. El tapaboca se habrá transformado en un accesorio más, como pude comprobar que ya lo era en Japón. Más tarde o temprano se encontrará una vacuna. Llegaremos a esa etapa que hoy se llama post-pandemia.
Voy a volver a estos lugares preciosos. Voy a conocer otros y a escribir sobre ellos. Las postales imposibles se van a transformar en postales reales.
Y voy a repetir esta foto en la que me veo feliz.
Bellísimos lugares 😍💫