Debo reconocer que Rabat me encantó. Es mucho más sencilla que Marrakech, no tiene su fama, pero mereció ser considerada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Algunos de sus lugares más emblemáticos, integran el conjunto arqueológico que fue motivo de ello. Me fascinaron la Kasbah de los Oudayas, la Medina, más pequeña que la de Fez, la mezquita de Hassan y el Mausoleo de Mohammed V.
Había leído por allí que Rabat parece la hermana menor de las ciudades imperiales de Marruecos. Pero está llena de encanto: es mucho más auténtica. Ubicada en la costa atlántica, al noroeste del país, supo estar bajo el protectorado francés entre 1912 y 1930, cuando se construyó la ciudad nueva. El casco antiguo data del siglo XII. Ambas “ciudades” reflejan hoy el equilibrio entre la modernidad y lo tradicional.
La primera de las visitas imprescindibles en Rabat es la de la Torre Hassan, icono de la ciudad. Es visible casi desde cualquier lugar de la capital. Se trata de un alminar construido durante el siglo XII, que se imaginó iba a ser uno de los más importantes del mundo islámico pero que, sin embargo, nunca fue terminado. Su destino iba a ser formar parte una trilogía de monumentos excepcionales junto a la Giralda de Sevilla y a la torre de la mezquita de la Koutoubia de Marrakech.
En realidad, la Torre de Hassan debía llegar a ser mayor a aquéllas. Sucesivas vicisitudes hicieron de este monumento una ruina. Actualmente, la torre inacabada reina entre un conjunto de columnas blancas despojadas. Están sometidas a la erosión, los cataclismos y al paso del tiempo. Tal vez ese conjunto representa a la grandeza y a la decadencia de aquel tiempo en el que se lo imaginó. El lugar no es bello, pero sí imponente.
Junto a la torre se levanta el mausoleo de Mohammed V. Fue un monarca muy amado por el pueblo y se lo considera el padre de la independencia de Marruecos. El edificio es muy bonito y permanece vigilado siempre por guardias reales.
Pero, cuando llegué a Rabat, no pensé que iba a encontrar un lugar tan bello como la Kasbah de los Oudayas. El distrito está habitado por casas blancas y azules como las de Chaouen. A esta altura del viaje ya había escuchado hablar de las tradicionales kasbah, los antiguos espacios rodeados por murallas.
Esta pequeña “ciudad dentro de la ciudad” se encuentra ubicada al norte de la medina. La Kasbah de los Oudayas fue un reducto de corsarios y es por eso que tiene claras reminiscencias andaluzas. Los muros están pintados de azul y blanco, las casas son encantadoras, las calles intrincadas y estrechas. Las ventanas tienen rejas, se aprecian patios interiores adornados con macetas. Si cierras los ojos y los abres, tal vez supongas que estás en Andalucía. Este distrito me pareció fascinante.
Me asomé brevemente a la medina. Les conté que la organización de nuestro viaje a Marruecos no fue lo que esperábamos. Por ello, la visita quedaría pendiente para alguna otra vez.
No pensé que Rabat fuera tan bonita. Me encantó.
Cómo llegar?