La primavera rosarina es la mejor estación para disfrutar algún balcón sobre el Paraná. El plan que más me atrae es pasear por la Costa Alta, llegando bien al norte de Rosario.
La ciudad te ofrece la agradable experiencia de poder escaparte en sólo minutos del bullicio urbano para encontrar algún rincón quieto, silencioso, con el balcón mirando hacia las islas. El calor no detiene el ir y venir constante de los barcos de carga. Pero tampoco el de las embarcaciones que surcan el río marrón.
Mi plan de fin de semana.
Esta vez avancé más allá del
Puente Rosario-Victoria. Mi cámara, mi pasión, pudo atrapar el paisaje desde el lado de la vecina ciudad de
Granadero Baigorria. El puente se extendía majestuoso a lo ancho del río. De este lado de la costa la barranca abrupta pero amable siempre llama mi atención.
Las guarderías náuticas.
Estuve visitando una de las
guarderías náuticas más grandes que comienzan a habitar la región.
Rosario avanza. Nada la detiene. Los rosarinos ya sabemos que el
fin de semana en la ciudad late al ritmo de su río, de las islas y de los
deportes náuticos.
En lo más íntimo de cada uno de nosotros, los rosarinos, habitan un pescador y el capitán de un barco. Por partes iguales diría.
En la guardería, mientras esperan que el personal les acerque la lancha, la gente suele instalarse a disfrutar del paisaje. Yo hice lo mismo. Me apasiona cualquier balcón sobre el Paraná. Por eso me animé a adentrarme unos metros desde la orilla del río caminando algo insegura por uno de esos muelles que se mecen al compás del oleaje, ese vaivén que provocan las grandes embarcaciones que pasan.
Qué placer descubrir las pequeñas casas en las islas, el horizonte hacia el centro de Rosario, más allá del puente, y el otro horizonte, el que se adivina al norte, el que invita a seguir viaje por el litoral argentino.
Bueno, aquí los dejo.
Voy a seguir con este plan para un sábado como cualquier otro.
Pero en Rosario, en Argentina.