Viajar en teleférico hasta Roosevelt Island

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En Nueva York hay movidas, tendencias a seguir. Además, descubres lugares que no estaban en el radar. La última vez me propuse recorrer Roosevelt Island y abordarla en teleférico. Sí, leyeron bien, hay un teleférico en medio de la Gran Manzana.

Se trata del Roosevelt Island Tramway, y no se aprecia a simple vista. Estás por los alrededores del East Side, a la altura de la 59th., y ni siquiera adviertes su presencia. De pronto, levantas la vista y allí está, insólito, un vagón color rojo cruzando el East River y depositándote en una pequeña isla pintoresca. Sí, en el centro de Nueva York.

El recorrido es breve pero muy agradable. Las vistas son maravillosas y después se puede visitar la isla que separa Manhattan de Queens. Es pequeña, pero tiene muchos rincones sorprendentes.

Hoy les propongo un paseo que vale bien la pena. La travesía sobre el East River dura pocos minutos y sigue el Queensboro Bridge. Yo logré ubicarme sobre una de las ventanillas que miraba hacia el sur y poder así tomar las mejores fotografías. Mientras nos elevábamos, el panorama del puente a un costado, las calles abajo, los automóviles cada vez más pequeños y los edificios a nuestro alrededor era algo sensacional. Allá estaba la perspectiva de los distintos puentes sobre el río y más lejos aún, el distrito financiero y sus rascacielos, un barrio, de por sí, imponente como siempre. Hasta se aprecian el Chrysler Building y el Empire State! Qué paisaje genial.

Una vez en Roosevelt Island me dispuse a recorrerla en dirección sur, caminando.
En ese día de sol, bastante caluroso por cierto, se imponía llevar agua y usar sombrero. Por eso mismo, la vuelta hacia el otro extremo la haría usando el bus gratuito que se toma junto a la estación del teleférico. Es el mismo que usan quienes habitan la pequeña isla. Porque descubrí que hay muchos neoyorkinos que eligieron vivir aquí. Debe ser una sensación única la de estar instalado en ese lugar apartado y, sin embargo, tan cerca del ombligo del mundo. Tienen todo lo necesario a mano. Además de los modernos complejos de viviendas están el campus de una universidad, un centro comercial importante, una escuela, en fin, de todo.

La caminata fue de lo más agradable. Se disfruta todo el tiempo el paisaje de Manhattan. Un placer avanzar descubriendo la silueta de los edificios más representativos. Todo el conjunto de las Naciones Unidas está ahí, a la vista. Una vez en el extremo sur están los parques South Point Park y Franklin Roosevelt Four Freedom Park.
Desde allí, las vistas del downtown de Manhattan y del Queensboro Bridge son fantásticas. Del otro lado el paisaje es novedoso. Me llamó la atención el cartel gigante de PepsiCola, el que domina el moderno distrito de Long Island City. En otro artículo se los describo, porque este lugar tiene una movida que me encantó.

Antes de llegar al extremo del parque está lo que queda del edificio del antiguo Smallpox Hospital, lugar en el que antaño se internaba a los enfermos con viruela.
El parque dedicado al presidente Roosevelt tiene un memorial muy hermoso que reproduce el famoso discurso que pronunció en 1941, que fue precursor de la posterior Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. El lugar es excepcional. A la entrada se encuentran unas escaleras flanqueadas por árboles prolijos. Al subir se llega a la extraordinaria vista de Manhattan y Queens. El monumento a Roosevelt está al fondo del parque, sobre el río. Sobre piedras blancas se lee el célebre Discurso de las Cuatro Libertades, el Four Freedoms Speech. El lugar me fascinó.

Más tarde, una vez que el bus me llevó al extremo norte caminé hasta el faro Blackwell Island Light. Aquí el panorama no es tan espectacular, pero está muy bien. Realmente, me alegré al comprobar que Nueva York todavía guarda secretos para mí.